Saturday, June 10, 2006

Volver a Bogotá y volver a ver a los amigos siempre es una sensación particular... ¡que lo digan los que han vuelto después de años de vivir afuera!!! Yo solamente estuve una pequeñas –aunque intensas- vacaciones por fuera, y aún así, las sensaciones típicas de alivio, angustia y expectativa tanto cuando el avión despega en Bogotá como hacia Bogotá estuvieron ahí –en su justa proporción obviamente-.



Sin embargo, en esta ocasión tengo que admitir que me sucedió algo distinto que en oportunidades anteriores. Si bien a muchos nos pasa que cuando salimos de nuestra ciudad, -y por lo tanto, de la cotidianidad, del círculo de amigos y del de la familia- aprovechamos para pensar nuestra vida desde la distancia, con los buenos y malos momentos que eso implica, la verdad es que esta vez yo ni siquiera tuve tiempo para eso; la verdad es que la pasé tan bueno, tan bueno, que no hubo tiempo para la reflexión sobre lo que ha hecho, lo que estoy haciendo o lo que debo hacer con mi vida. Entre tantos buenos nuevos amigos, buena comida, buen vino, buenos paseos, la verdad, la verdad, poca reflexión existencial. Y no estoy tratando de defender no atacar la “reflexión trascendental” que produce la distancia. Simplemente estoy contándoles que esta vez no hubo tal.




Pero como la distancia no perdona, y tampoco es bueno desaprovechar la oportunidad de “mirarse” desde afuera, lo hice una vez de vuelta en Bogotá...esta vez la “reflexión trascendental” ocurrió ya devuelta en Bogotá. He descubierto una nueva forma de aprovechar la distancia, la doble distancia: es decir, sumar la distancia de “antes de salir” más la de “mientras estuve afuera”, y ahí sí pensar en el resultado de “¿y ahora qué?”



Estoy escribiendo esto varios meses después de volver, y puedo asegurar que esta nueva formulita funciona muy bien, pues el resultado de la última pregunta es claramente distinto a lo que había entes de sumar “mientras estuve afuera”, pero creo que el resultado me ha gustado mucho gracias a que “mientras estuve afuera” estuvo libre de cualquier reflexión sobre “antes de salir” o “¿y ahora qué?”.

Ya sé que quedó un poco enredada la carreta. Así que para el que le de pereza tratar de entenderla, dejo simplemente este mensaje: Volver a ver a los amigos siempre está bien, muy bien.

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